Por fin un censo con seso por RAFAEL GARCÍA MELGAR*

miércoles, 10 de octubre de 2007

* Formado como sociólogo, ha sido Gerente de desco. Actualmente es Coordinador Nacional del proyecto de fortalecimiento institucional entre el INEI y el Fondo de Población de Naciones Unidas.

desco / Revista Quehacer Nro. 157 / Nov. – Dic. 2005

Hace más de tres décadas, allá por junio de 1972, fui empadronador en el VII Censo Nacional de Población y II de Vivienda. Cursaba cuarto de secundaria y nunca imaginé que, muchos años después, volvería a participar en un proceso similar. En aquel gris invierno limeño, yo era alumno del colegio Inmaculada. El general Velasco gobernaba el país y, una vez más, se hacía necesario saber cuantos éramos y cómo vivíamos. Llegaron a mi aula unos capacitadores —presumo que del Instituto de Estadística de entonces— y nos explicaron la labor que realizaríamos los empadronadores voluntarios en las doce horas del día escogido para el Censo. Por las instrucciones recibidas durante un poco más de una hora, me pareció que el «trabajo» resultaría sencillo.

Sin embargo, una vez en el terreno descubrí que este tipo de tareas, y en general este tipo de procesos, no son cosa fácil. Ese domingo el país estaba inmovilizado. Mi carga de trabajo correspondía al distrito de Jesús María; empecé en el parque Wiracocha. Luego de empadronar algunas viviendas, entendí que no estaba formulando bien las preguntas. Casa por casa me fui percatando de las complejidades de una entrevista larga, de cuáles eran las conexiones lógicas entre las preguntas y entendí lo mal que había hecho mi labor hasta ese momento. Recuerdo que al final de la jornada sentí que mi trabajo había quedado inconcluso e incompleto, sensación que perdura hasta hoy.

Han transcurrido más de treinta años, mucha agua ha corrido bajo los puentes, el Perú ha cambiado radicalmente y ya ni me acuerdo desde cuándo uso bigote. Durante ese tiempo he trabajado en distintas esferas de la vida privada, he participado en muchas batallas de variada índole y ahora, por esos designios que nos hacen decir de vez en cuando que la vida da muchas vueltas, algunas de ellas insospechadas, me tocó participar en la gestión del X Censo de Población y V de Vivienda.

Un censo es una investigación estadística que comprende a toda la población de un país. Su objetivo es capturar información actualizada sobre el número de habitantes dentro de un territorio determinado —lo que incluye a los extranjeros residentes—, y el acceso y calidad de los servicios básicos que existen en sus viviendas. De acuerdo a la información que se obtenga, el Estado podrá organizarse, con un cabal conocimiento de su realidad demográfica y de vivienda, elaborar sus planes de desarrollo y tomar mejores decisiones.

Suena sencillo pero no lo es. Los Censos Nacionales 2005 - X de Población y V de Vivienda conforman un gran proceso que empezó hace más de dos años, en el que se planificó y diseñó, detalle a detalle, cada una de sus tres etapas: la etapa preparatoria o de actualización de la cartografía nacional, la del empadronamiento y la del posempadronamiento. Planeamiento que incorpora las vicisitudes e incertidumbres usuales de toda actividad que depende del presupuesto público y que, por momentos, produjo más de un sobresalto durante el diseño y también en la ejecución.

La dirección del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) se propuso introducir novedades metodológicas sustanciales en la operación censal. Una de ellas es el tiempo de duración del empadronamiento. Los peruanos estábamos acostumbrados a esperar encerrados en nuestras casas, durante un día, hasta que vinieran a tomarnos los datos. Ese día, generalmente un domingo, había orden de inamovilidad ciudadana. Para marcar la diferencia, el último Censo Nacional duró treinta días, del 18 de julio al 20 de agosto, tiempo en el que más de 15 mil empadronadores tocaron las puertas de todas las viviendas del Perú, hasta la más escondida de nuestras frías montañas. No fue necesario pasar todo un domingo en reclusión.

Por cierto, hubo otras diferencias importantes, como, por ejemplo, la modalidad del proceso. Anteriormente, el empadronamiento era «de hecho», es decir que a uno le tomaban los datos en el lugar donde había pasado la noche anterior al censo, sin importar si se encontraba allí de manera circunstancial o por trabajo. El reciente censo fue del tipo de «derecho o jure», en el que las personas son empadronadas en el lugar donde residen habitualmente, y se recogió información incluso de las personas que no estaban en el momento del empadronamiento pero que son residentes habituales de la vivienda visitada. En cada hogar bastó la presencia de un informante (adulto) para atender las preguntas del empadronador. A diferencia de antaño, los empadronadores fueron, en general, muchachas y muchachos, estudiantes de nivel superior o profesionales jóvenes reclutados en cada localidad del país para esta tarea. Todos ellos recibieron un entrenamiento intenso y exclusivo que culminó en una prueba que permitió contratar a los mejores en estricto orden de mérito.

Otro cambio destacable fue la aplicación de un cuestionario sencillo con veinte preguntas divididas en dos grandes áreas temáticas: población y vivienda. La información básica recogida será complementada en los años subsiguientes con la aplicación de una encuesta continua con mayor nivel de detalle a más de 380 mil hogares. Más allá de las recomendaciones de la experiencia internacional en la materia, lo cierto es que aunque el cuestionario aplicado era sencillo, nos propusimos la enorme tarea de minimizar, si no eliminar, el error en el acto del empadronamiento.

Se usó cartografía digital en los conglomerados urbanos y se actualizaron los mapas de más de 22 mil centros poblados; para las tareas de difusión se llamó a concurso público y una empresa de publicidad organizó la campaña de divulgación nacional; en los aspectos del procesamiento de los datos se escogió la técnica del escáner para, mediante un motor de interpretación automático, generar la base de datos de población y vivienda con niveles de reconocimiento superiores al 97 por ciento; se organizó un centro de procesamiento descentralizado en Arequipa donde en menos de cien días se validó, verificó y aplicó controles básicos a la base de datos. Cuando este artículo vea la luz es probable que estén circulando entre los sectores oficiales y académicos —y ojalá que entre el público en general— los resultados preliminares del Censo.

Lo que de seguro no se hizo esta vez, como ha sido tradicional en muchos países, fue utilizar la oportunidad de la realización del censo para «construir la nueva sede» o para «renovar la flota vehicular» de la institución. Por ello, y además por el entusiasmo y dedicación con los que miles de mujeres y hombres realizaron las labores de campo, por el interés y el esmero con los que funcionarios/as y técnicos/as del INEI se entregaron a la tarea, por la innegable importancia de contar con información global que se complementará cada año —a partir de 2006— con la encuesta continua anual, y por la infinidad de detalles organizativos, técnicos, logísticos y financieros que sería muy largo relatar, considero de suma importancia que todos valoremos el esfuerzo realizado, aquilatemos los resultados y, a partir de ellos, generemos la necesidad permanente de diagnosticar y estudiar la evolución de nuestra sociedad sobre la base de cifras confiables.

Quiero imaginar cómo serán los censos del futuro. Quizá ni siquiera sea necesario llevarlos a cabo si el país y sus autoridades avanzamos con seriedad y persistencia en el desarrollo de buenos y completos registros administrativos. O, quién sabe, los futuros censos podrían estar basados en operaciones de recolección e ingreso directo de datos a un servidor distante mediante mecanismos como los que usan las palms, lo que eliminaría toda la logística compleja del papel. O, por qué no, un censo sin empadronadores realizado directamente con registros individuales/familiares ejecutados por Internet. Pura imaginación futurista.

Pero de algo sí estoy seguro: mi pequeño Daniel, que hoy tiene 3 años, podrá disfrutar de los beneficios de un país organizado y bien informado si persistimos en el esfuerzo de reconocer que, a la par que cambiamos como sociedad, mejoramos las técnicas para reconocer y cuantificar esos cambios. Y, por supuesto, vigilar que los que nos gobiernan desarrollen políticas públicas que se ajusten a las tendencias demográficas y mejoren las difíciles condiciones de vida que los datos nos muestran tercamente.

ALGUNOS INTERROGANTES QUE LA INVESTIGACIÓN DEBE DESENTRAÑAR
Los resultados definitivos del Censo estarán listos a partir del 20 de febrero de 2006, lo que constituirá un tiempo récord para este tipo de tareas. Pero desde comienzos de diciembre ya están disponibles los resultados preliminares, presentados en un formato de disco compacto con un programa especializado desarrollado por el CELADE que permite realizar múltiples cruces de variables y conteo de elementos —a gusto y necesidad del usuario— a escala departamental, provincial y hasta distrital. De este material preliminar surgen las siguientes interrogantes.

Interrogante 1: la población nominalmente censada arrojó un resultado de 26 millones 152 mil personas. Si asumimos un porcentaje hipotético de omisión censal —usual en este tipo de operaciones— del orden del 3 por ciento, podríamos adelantar una población total cercana, por unos cuantos miles, a los 27 millones. Es decir, más de un millón de personas por debajo de las proyecciones con base en la población de 1993 realizadas hasta hace poco. ¿Es la emigración o el denominado crecimiento del fenómeno migratorio internacional de peruanos/as de los últimos años la explicación de tal diferencia? ¿O se trata de la combinación entre la importante disminución de la tasa de fecundidad con el proceso antes descrito?

Interrogante 2: el Censo de 1993 arrojó una población constituida en un 52 por ciento por mujeres y un 48 por ciento por varones. Los resultados preliminares del Censo actual muestran que tal desbalance habría desaparecido. También nos señalan un progresivo envejecimiento de la pirámide de edades con un achicamiento de la base. ¿Estos fenómenos forman parte del proceso de transición demográfica en el que estaríamos inmersos? ¿Cuáles serían sus características e implicancias y cuáles las oportunidades que como país no podemos desaprovechar?

Interrogante 3: una primera mirada a los datos sobre vivienda mostraría un crecimiento, en algunas provincias del país, muy por encima del crecimiento poblacional. Otro importante tema para la investigación.


Población censada 1940 - 2005


Población censada 2005 por género (porcentajes)

Posted by Roberto at 13:03  

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