54% de la mitad (césar hildebrandt)
lunes, 3 de diciembre de 2007
54% de la mitad Escrito durante las horas en que los partidarios de Chávez daban por descontado un holgado éxito. Al momento de enviar esta columna las cifras parecían acercarse y la incertidumbre mantenía a Venezuela en vilo).
Hugo Chávez ha ganado otra vez.
Con lo que se comprueba que el problema de Venezuela ya no es Chávez. El problema de Venezuela es Venezuela.
Venezuela está enferma y desea un patriarcado lo más largo posible, un Mesías al que le ardan todas las zarzas, una de esas dictaduras organizadoras de las que escribía el poeta y alguna vez asesino José Santos Chocano.
Al momento de escribir estas líneas las autoridades electorales venezolanas admitían una abstención que bordeaba el 50 por ciento del padrón de votantes. O sea que el 54 por ciento del 50 por ciento de los venezolanos en edad de votar –un 27 por ciento del universo completo de electores– le ha dado a Chávez un triunfo que implica la más intensa concentración de poder que haya experimentado Venezuela tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez a fines de la década del 50.
Conversé en Radio San Borja, el viernes último, con Francisco Eguiguren. El constitucionalista venía de Caracas y por eso pudo vaticinar con sorprendente exactitud lo que acaba de suceder. Con una precisión llena de sombras para el futuro de Venezuela: los partidarios del “No” eran más en la calle, pero podrían ser menos en las urnas. Y no porque Chávez hiciera trampa sino porque el 40 por ciento de la oposición había decidido no ir a votar.
“No queremos prestarnos a esta mascarada. Con o sin nueva Constitución, lo de Chávez va a seguir siendo una dictadura”, decían.
En cambio, por el lado del oficialismo sólo un 10 por ciento de sus legiones no acudiría a la cita del referéndum. Y los resultados están a la vista.
Con Eguiguren concordábamos el viernes en que, pasara lo que pasara, el atasco político continuaría en Venezuela. Y coincidíamos también en el hecho de que hay un sector de la oposición que demandaba en silencio un triunfo de Chávez para “agudizar las contradicciones” y jugar, abiertamente, por un desenlace golpista y posiblemente cruento.
Sin un líder visible que diese confianza, siendo un conglomerado de residuos, dividida entre los democráticos y los que apuestan por un pinochetazo, la oposición ha cometido suicidio por segunda vez. La primera vez le permitió a Chávez la farsa de una asamblea legislativa monocromática y chavista hasta las rodilleras. La segunda, la de ayer, le hará creer al protodictador que tiene un cheque en blanco y que la satrapía calurosa que ha propuesto en el referéndum se construirá, como hasta ahora, insultando a Uribe, amenazando con expropiaciones si se levanta de mal humor, mandando apalear a opositores o enviando señales de desahucio político a Globovisión, la única televisora independiente que le queda a Venezuela.
Con el 54 por ciento de la mitad de los venezolanos en edad de votar, Chávez quiere ahora imponer un modelo que pasa por la construcción de unas nuevas fuerzas armadas, mitad profesionales y mitad milicianas, la abolición del Banco Central como ente autónomo, o la potestad presidencial de nombrar mandamases de regiones federales por encima de las gobernaciones elegidas en sufragio popular.
Chávez nunca terminará de agradecer los servicios que le han prestado, a lo largo de estos años, la archipodrida Acción Democrática –la socialdemocracia “aprista” y venal de Venezuela– y la patética formación socialcristiana de los Herrera Campíns –partido que data de 1946, que creció en la admiración a Adenauer y que terminó en el desastre de Rafael Caldera–.
Sobre las ruinas de esa democracia farisea (que como todas las democracias fariseas supuso que los pobres eran lo más inmóvil del paisaje) es que hoy se pasea, carraspeando, Hugo Chávez.
La agencia cubana de noticias Prensa Latina llamó a la jornada de ayer en Venezuela “parteaguas histórico”. Lo decía el mismo día en que Fidel Castro, el padrecito Stalin del Caribe, anunciaba, con el gesto de su candidatura a diputado, que seguía en carrera y que pensaba, por lo tanto, postular a su enésima “reelección” endogámica. En el otro lado del mundo, mientras tanto, la Rusia Unida arrasaba con los votos de la Federación. Pero Putin, por lo menos, tenía la decencia de confirmar que no postularía, en marzo próximo, a otra reelección.
Posdata: De Aldo Mariátegui yo sólo he recibido insultos reciclados. Pero eso no me impide lamentar que haya sido asaltado en Trujillo. Una cosa es la diferencia radical de opiniones y otra casi festejar la desgracia del adversario. Me parece inaceptable la senderización de las costumbres.